El paisaje en el que está enclavado se caracteriza por la presencia de diversos elementos que nos ofrecen la historia, el arte y la naturaleza.
La sierra de Gredos queda lejos, encrestada en sus picos azules, presentida desde el llano poderoso del Valle Amblés. Y bordeando es seno del río está la eterna muralla que deja su escalofrío de siglos reflejado en el fluir del agua. En este molino es posible soñar e imaginar momentos de esplendor, tiempos en los que los cubos de la muralla eran fortaleza de asaltos y de batallas legendarias.
A un lado, como recostada en un tiempo de paz y de silencio, la iglesia de San Segundo, patrón de la ciudad, esconde en su seno amarillo de románicos arcos la estatua orante del santo, blanco y pálido como el alabastro que esculpe cada pliegue de su manto y cada rasgo de su rostro.
La zona del arrabal se ha reconstruido para uso cultural, dejando el Palomar del Puente como signo visible de la prosperidad de esas inmediaciones, donde las palomas podrán retener sus vuelos en un paraje idílico y sereno.
En este entorno, el Molino de la Losa, restaurado con la exacta belleza de un tiempo recuperado, forma parte de todo el contexto que hace que su existir haya conseguido sobrevivir a tantos cambios y avatares que la historia le ha deparado: desde su compra, por parte del Cabildo que la documentación fija en 1327, hasta el año 1843 cuando la desamortización de Mendizábal le pone en venta , siendo adquirido por don Salvador Blasco en 200.260 reales.
Tal vez a lo largo del tiempo, el Molino de la Losa ha pasado por manos diversas, siendo utilizado siempre como molino, y en 1985 tuvo lugar el rescate definitivo que conforma su estado actual, siendo restaurado para uso comercial.
El nombre de El Molino de la Losa es debido a su ubicación sobre una gran lancha de piedra de granito que el tiempo ha ido transformando en una losa pulida y erosionada por el paso de las aguas. El río se apacigua, sonámbulo, formando un calmado y quieto transcurrir del agua, trasparentando y dejando ver un fondo limpio en el que chapotean pájaros y patos, en un edén embellecido por la luz cristalina de Ávila
La restauración del Molino de la Losa es el mejor ejemplo de cómo la funcionalidad puede convivir con el respeto a todas las peculiaridades de un edificio tan singular y de un entorno único. En su interior podemos encontrar el secreto de un tiempo ya pasado, sus raíces y sus hullas eternas. Allí confluyen todos los sentidos: el rumor de las aguas que golpean la piedra, el temblor de las horas en su vibrar de la historia detenida en sus muros, el canto de los pájaros y el buen yantar que los pucheros de su cocina nos ofrecen. Porque en 1990 don Venancio Andrés Matías inició la aventura de convertir el Molino de la Losa en un restaurante de referencia obligada en la gastronomía de España, lugar singular que ofrece a sus visitantes el placer de compartir un espacio histórico, auténtico, sobrio y de impresionante belleza, legendario, próximo a la muralla de Ávila, y la sutileza de poder degustar una buena cocina castellana que el restaurante nos ofrece en una carta rica, completa y esencial siempre.
Ni el riesgo, ni las dificultades que esta empresa suponía, ni las difíciles exigencias que este edificio albergaba fueron obstáculos para que su propietario, hombre que ama su ciudad que en esta apuesta arriesgada supo iniciar un camino de expansión y el ofrecimiento a sus paisanos de un lugar tan especial, hiciese de este molino de la ribera del Adaja de Ávila un destino turístico de primera magnitud
Ahí están sus piedras, el corazón metálico de sus máquinas, la terraza que se asoma al río para contemplar la gran losa de granito, las ruedas incesantes del molino, el sabor añejo de la madera en las techumbres, el jardín que le rodea y que es paraíso de patos, aguas que chapotean entre el verdor de la hierba y el rumoroso caminar del río, la eterna muralla con la mirada atenta como un silencio de piedra, tan cercana que en su caricia el Molino de la Losa siente que el tiempo se posa en sus paredes, y la cocina de don Venancio de Andrés Matías, tradicional, creativa, verdadera, un mundo de sensaciones para quienes buscan la autenticidad de lo que está bien hecho.
Y allí nos esperan los sueños que se esconden en el Molino de la Losa, sorpresas y enigmas que podemos descubrir envueltos en los mejores platos y en el trato cordial, exquisito y singular de su propietario.
La muralla nos abraza con sus almenas de siglos, y el agua del Adaja se desliza por la losa como un ritual en el que todos formamos parte de su misterio. Más allá . Ávila se cobija en sus piedras de siglos y el tiempo se detiene en las horas íntimas que el molino guarda entre sus muros. La luz de Ávila enciende la claridad y nos deja un murmullo.